Toma aire, agarra impulso y golpea con fuerza la tierra una y otra vez, para luego cernir y echar en una carretilla. Entre tumultos de arena, piedras y un sol inclemente, Misgleidy Herrera pasa sus días en una cantera improvisada en las afueras de Caracas, en la que empezó a trabajar cuando quedó desempleada.
“Es un trabajo fuerte, rudo, pero me siento capaz de enfrentarlo”, dice a la Voz de América esta joven de 32 años, la única mujer trabajando en este terreno en San Isidro, estado de Miranda.
Misgleidy lleva el cabello perfectamente alisado y las uñas perfectamente hechas: era manicurista antes de dedicarse a escarbar polvillo, arena lavada y piedra en esta cantera, formada por un deslizamiento de tierra y una obra inconclusa.
A pocos pasos está Justo Cedeño, 67 años, echando pico para conseguir el material que venden a personas que trabajan en la construcción y se acercan al lugar en camiones para cargar.