Van más de 20 años llenos de discursos que no logran llenar las neveras de los millones de venezolanos cuya calidad de vida se ha visto mermada con el pasar del tiempo. Sin embargo, no se ha producido aún una fuerza capaz de aglutinar y capitalizar ese descontento en una alternativa que le devuelva la oportunidad de reconstruir la fibra social de la nación.
No hay forma de mantener un liderazgo efectivo, sino existe una congruencia entre el discurso y las acciones en el tiempo. Esto es una realidad que nos ayuda a entender la razón del desprecio actual que siente la población venezolana por gran parte de la clase política.
En los resultados de la encuesta nacional sobre juventud 2021 un 78% de los jóvenes consultados siente insatisfacción por la democracia, pero en realidad la mayor parte de los jóvenes no hemos tenido la oportunidad de conocer la democracia, el único modelo político que conocemos de forma empírica es este mal llamado socialismo del siglo XXI.
De igual forma según este mismo estudio un 50% de los jóvenes encuestados manifiestan cierta simpatía hacia un régimen de gobierno totalitario pero que garantice ciertas necesidades básicas como comida y trabajo.
Los que nos lleva a plantearnos ¿Por qué como clase política no hemos podido generar el clic afectivo, que nos permita consolidar la fuerza de un cambio?
La respuesta pasa por la incapacidad pedagógica de nuestros liderazgos de poder brindar una esperanza realista, capaz de vencer la tentación del cortoplacismo, pero que al mismo tiempo permita desde una acción colectiva, construir una propuesta que se traduzca en una significativa mejora en la calidad de vida individual de cada ciudadano.
Al final del día somos seres sociales, pero que debemos superar nuestras necesidades individuales para poder tener una visión colectiva. Por lo tanto, es necesario rescatar el valor y el poder de la palabra empeñada. La sociedad debe entender que el discurso debe ser utilizado para descubrir realidades y no para solapar intenciones y ganar aplausos.
Estamos a buen tiempo para terminar con esta etapa oscura en la historia de nuestra nación, pero debemos ser responsables y abandonar cualquier tentación de caminos fáciles. Debemos ir en unidad de criterios por la reconstrucción de la fibra social que nos permita abrazar un cambio en las próximas elecciones presidenciales.
Lo ocurrido en Barinas es una demostración clara, que cuando el ciudadano está convencido en cambiar, no hay chantaje, abuso de poder, ni amenaza que valga para la construcción de nuevos tiempos en Venezuela.
Todo lo demás que implique aventuras políticas, invasiones, intervenciones que pasan por poner en riesgo las seguridades elementales del ciudadano se terminará convirtiendo en un esfuerzo en vano, que llenará de expectativas a la población para posteriormente defraudarlo por la inviabilidad que tiene en estos tiempos modernos las aventuras políticas o los absolutismos de los pensamientos dicotómicos del todo o nada, aliados vs enemigos, etc.
Se acabó el pan de piquito, es hora del rescate de la política, es hora de la patria.- José Leonardo Caldera | Legislador del CLEZ
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