Hace tres décadas, el 10 de agosto de 1994, se crea el Archivo Central Andrés Bello como principal núcleo patrimonial de la Casa de Bello. Heredero de la antigua Biblioteca Central de la Universidad de Chile fundada en 1936, y actualmente bajo la dependencia de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, el Archivo ha podido reunir, resguardar y poner en valor material único perteneciente a importantes figuras nacionales e internacionales. Uno de ellos fue el Premio Nobel Pablo Neruda, cuya donación que data del año 1954 trajo el libro más antiguo que se tenga registro en la institución.
Dicho ejemplar, corresponde a un libro incunable (conjunto de obras cercanas a la inauguración de la imprenta de Gutenberg) de 1484, impreso en la ciudad de Venecia en Italia. Un texto que llegó a formar parte de los acervos de la institución a través de la entrega que realizó Pablo Neruda hace 70 años de su biblioteca privada. Este texto es una obra inacabada en lengua «vulgar» de Petrarca, quien escribió en latín y en menor medida en lengua vernácula, y ha sido una de sus obras menos estudiadas. Nos referimos a Triunfos de Petrarca, que en esta edición del siglo XV está mediada por el comentario erudito del estudioso Bernardo Illicino, quien cubre estos tercetos con un saber enciclopédico explicativo.
¿Cómo este ejemplar llega a sus manos? Según se constata en los relatos del poeta, el Premio Nobel partió a Italia en la década del cincuenta, producto de la promulgación de la Ley Maldita en Chile. En este periodo, Neruda huye de Chile y recorre diferentes países europeos realizando conciertos poéticos, muchos de ellos en fábricas de obreros y anfiteatros. En una de estas presentaciones un grupo de trabajadores sindicalizados le regalaron como acto de simpatía este libro incunable.
Gabriel González, licenciado en Lenguas y Literatura y encargado de Gestión Cultural y Extensión del Archivo Central Andrés Bello, sitúa que la importancia de este libro radica en la figura de Pablo Neruda. “Cuando hablamos de incunables, nos referimos a textos impresos muy antiguos y que en nuestra región latinoamericana nos cuesta acceder a ellos. En Europa son más comunes. Por ejemplo, en algunas casas particulares se los puede encontrar resguardados por familias, junto a las bibliotecas públicas donde hay también bastantes, sobre todo en las ciudades centrales”, relata.
Con respecto al libro, su autor fue Bernardo de Illicino, un médico que trabajó en las Cortes de Siena y que entrega un comentario enciclopédico de una obra póstuma e inacabada de Petrarca, un escritor fundamental en la península ibérica del siglo XIV -controversial en los círculos religiosos-, cuyos escritos a menudo han sido reinterpretados y utilizados por los luteranos para justificar su crítica a la Iglesia Católica.
“Petrarca, que escribió en latín y en menor medida en lengua vernácula, fue muy crítico y moralista contra la curia papal de Avignon. Esto le valió ser leído también con cierto peligro y fue objeto de varios ‘Index’, tanto en España como en territorios que hoy conocemos como parte de Italia», detalla el profesional.
Para González, el libro es bastante particular por la interpretación y el saber poético de estos versos entregado por el comentario de Illicino, mediante un contenido más extenso que define la manera de interpretar la lectura. En otras palabras, el texto orienta y analiza el escrito de este autor controversial. En detalle, la obra de Petrarca en la que se basa el escritor, trata sobre la conexión moral y espiritual cristiana, específicamente de la fe católica y cómo debería ser en rectitud. En este sentido, por medio de su profesión, tiene muchos comentarios respecto al origen de los sueños, la importancia de la naturaleza y de las ciencias de la salud.
Conservación del ejemplar
Hoy en día, este libro incunable se custodia en la bóveda de tesoros patrimoniales, y se encuentra resguardado bajo condiciones ambientales de humedad y temperatura apropiadas para este tipo de materiales. Se mantiene dentro de una caja de conservación libre de ácido y cada cierto tiempo se revisa este y otros materiales para constatar su correcto cuidado. Esta es justamente una de las tareas fundantes del Archivo Central Andrés Bello, la cual se ha ido perfeccionando a lo largo de estas tres décadas.
Con respecto a la preservación del ejemplar, la conservadora y restauradora del Archivo Central Andrés Bello, Loreto Millar, comenta que el libro presenta algunos daños biológicos propios de sus siglos de antigüedad. “En las páginas se denota ataques de pececillos de plata, insectos que aparecen en zonas húmedas y se alimentan de papel, creando pequeños túneles a su paso. Un hecho bastante común en las bibliotecas y libros antiguos de esa época”, detalla.
Asimismo, con respecto a la encuadernación del libro, Millar se ha podido percatar de diversas particularidades: “La tapa del incunable no es de época pues estos ejemplares no se realizaban con cubiertas en su origen, probablemente Neruda lo hizo o se lo pasaron así, entonces se pierde un poco el pergamino que antes tenía. Este aspecto habla mucho de la historia de los libros y de su manipulación”.
Por otro lado, las hojas del texto poseen detalles propios de su época y de lo que ocurre con el papel de los tomos con el tiempo. “Este libro está fabricado con papel hecho a mano, artesanal, a base de pasta de trapo que es suave al tacto. Al observarlo a contraluz se ven los detalles, las verjuras del papel que se conoce como puntizón y corondel, estas páginas las prepararon con una especie de bastidor metálico y quedan impresos en el material”, agregó la profesional.
Particularidades de la edición
Entre los detalles gráficos de edición, el libro también posee características correspondientes a los libros medievales e incunables. Entre estos se pueden observar unas letras capitulares de color rojo al inicio de cada capítulo, utilizados con fines estéticos y para definir de mejor manera la estructura del texto, además, no posee puntos ni coma. Asimismo, destaca el uso de letras góticas que denotan una economía de los tipos móviles al situar una gran cantidad de letras juntas, por lo tanto, imprimir en menos volumen.
Otra particularidad de este libro se encuentra en una de sus hojas, en la que se puede observar un dibujo paratextual manuscrito de un dedo índice dibujado a mano y que apunta hacia una estrofa de este texto.
En términos de la edición, los libros incunables permiten visibilizar los procesos de maduración de los primeros impresos del mundo. “Si uno tuviera este libro, digamos con una serie de otros, de un par de años antes, uno puede ver como en un proceso de qué manera se van resolviendo problemas de impresión en masa”, destacó González.
El Archivo Central Andrés Bello y su historia
El Archivo Central Andrés Bello de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones es uno de los principales núcleos patrimoniales de la Universidad de Chile. Su trabajo interdisciplinario es llevado adelante por profesionales de distintas especialidades entre las que dialogan: la conservación, la archivística, la bibliotecología, la historiografía, las artes visuales y escénicas, la literatura y los oficios vinculados a la encuadernación y restauración, entre muchos otros saberes.
Fue creado por decreto universitario el 10 de agosto de 1994, estando al alero de la Vicerrectoría Académica y Estudiantil y se conformó a partir de la integración de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile que data de 1936, el Departamento de Fotografía y Microfilm, el taller de imprenta y encuadernación y el laboratorio de conservación y restauración en papel.
Desde ese entonces, su misión fundamental es formar y administrar un archivo histórico con la valiosa documentación que posee la Universidad, relativa tanto a su propia historia como a la de Chile; promover la edición o reedición de obras relevantes conservadas en el Archivo, así como la publicación de textos provenientes de otras instituciones; y programar actividades de extensión para dar a conocer las colecciones resguardadas por la institución.
Como señala Pilar Barba, vicerrectora de Extensión y Comunicaciones en este 30° aniversario, “reafirmamos nuestro compromiso con el cuidado atento y la mediación de los patrimonios públicos, con el norte de disponerlos siempre a sus propietarios eternos: todos/as los/as chilenos/as. Asimismo, invitamos a conocer los tesoros que custodiamos desde la universidad pública, para todo el país”. Junto a ello, relevó en carta publicada por La Tercera, “estimulado por los tesoros invaluables del patrimonio universitario, el Archivo Bello constituye un ejemplo de sinergia creativa y moderna, donde la concurrencia de diversas disciplinas ha logrado hacer propios los desafíos contemporáneos que enfrenta la sociedad chilena con la que busca vincularse. Esto es, lograr mayor acceso a la información y a los bienes culturales comunes, que son de todos los chilenos”.
Para Ariadna Biotti, investigadora del núcleo patrimonial, la relevancia del Archivo Central Andrés Bello para la comunidad radica en que “la memoria se construye y reconstruye a cada momento, nuestra misión es estar atentos a cumplir con ese llamado, democratizando su acceso lo que significa conservar, ordenar, investigar sus sentidos históricos, digitalizar y también educar para ser accesibles los acervos de modo tal que el archivo se encuentre abierto a nuevas y diversas miradas interpretativas y transformadoras del modo en que comprendemos la realidad actual”.
En sus últimos años, la labor del Archivo Central Andrés Bello, ha estado marcada por la apertura hacia la comunidad y una renovada visión sobre el patrimonio nacional, concibiéndolo como entidad del pasado que vuelve a cobrar vida con las miradas del presente. En consecuencia, con ello, se ha estado realizando un periodo de puesta en valor de sus acervos, organizándolos en colecciones, y cuyo diagnóstico e investigación ha permitido la declaratoria de tres de estas como monumento histórico nacional el año 2009. La colección Americana, Manuscritos y Neruda junto a los negativos del Rostro de Chile, exposición fotográfica más grande de Chile y América Latina.
Esta redefinición de las colecciones se ha logrado producto de una triple identidad del Archivo Central Andrés Bello: primero, como lugar donde se conservan objetos de gran valor e interés cultural (tal es el caso de la Colección Neruda y la Sala Museo Gabriela Mistral); segundo, biblioteca o espacio donde se guardan ordenadamente libros (es el caso de la serie de colecciones bibliográficas destacadas como la Americana); y, tercero, archivo, edificio donde se conservan documentos manuscritos o impresos generados por instituciones o personas en el ejercicio de sus funciones o actividades (tal es el caso de la Colección Manuscritos, acervo que recupera además el vínculo de la universidad con Andrés Bello, su primer rector).
Entre 2010 y 2023 se consolidó un plan de trabajo para la puesta en valor de colecciones, inventario, difusión y acceso, por medio de publicaciones y contenidos en línea. La incorporación del Archivo Central Andrés Bello a la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones permitió consolidar la apertura a la comunidad de los tesoros patrimoniales que la Universidad de Chile resguarda, e implementar un área de educación y difusión consistente con la política de extensión de aquella época.
Para la investigadora del núcleo patrimonial, el Archivo Central Andrés Bello se ha ido adecuando a los nuevos tiempos “asumiendo nuevos desafíos, construyendo nuevas preguntas que van dando cuenta de las necesidades que tenemos hoy, la necesidad que tenemos de recordar y rescatar nuestra historia reciente, de preservar el patrimonio material e inmaterial de la universidad porque ello es vital para comprender y defender la universidad pública”.Con Información de Nota de Prensa U de Chile. – #SNNV – #19Ago #VenprensaInforma
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